Sr. Algoritmo, de verdad, déjelo ya. El Time Out de Nueva York me recomienda, con exaltados banners, comer en Eleven Madison Park y no perderme Manhatta, en Liberty Street. Agradezco las recomendaciones pero debo declinar la invitación.

Al leer El País desde el i-pad, Mr. Algoritmo me descubre en el Upper West. Estoy geolocalizado y, en vez de machacarme con los anuncios habituales de La Casa del Libro y Open Bank, me ofrece banners con vuelos bussines en oferta desde Madrid a Nueva York, planes de inversión, jubilación y seguros para (sobre) vivir en la Gran Manzana y, por supuesto, páginas para conocer a las mejores señoritas de la ciudad.

Cuando entro a revisar el correo electrónico y el Facebook, me ofrecen publicidad de los mejores hoteles, espectáculos, lo-mejor-de-lo-mejor de Broadway. Se lo agradezco, por cortesía, pero de verdad, Sr. Capital Desbocado, no se esfuerce, libere a las mentes brillantes que están programando algoritmos y déjelos vivir momentos más creativos. De verdad, creo que no merece la pena.
No preveo hacer vuelos business, ya que estoy aquí por vacaciones y ni si siquiera sé si podré volver a esta ciudad. No iré a espectáculos en estas semanas, pues estoy con mis dos hijas y mi sobrina y pienso más en parques y Coney Island que en el musical de Chicago. Y de poder, iría un lunes al café del Hotel Carlyle a escuchar a Woody Allen & The Eddy Davis New Orleans Jazz Band. Y esto, afortunadamente, no sale en los banners.

No puedo plantearme contratar planes de seguros ni consultar The New York Stock Exchange, gracias por su consideración. Tampoco buscar citas de cercanía para entregarme a la noche o para encontrar a mi media naranja. Estoy durmiendo en un apartamento encontrado por nuestra cuenta, cenando donde nos han recomendado amigos, siguiendo consejos de altruistas blogueros y haciendo la compra en el Trader Joe’s que nos ha aconsejado el casero. También en espacios encontrados al caminar por la calle y hablar con la gente. Tan, tan lejos del mundo algorítmico, que las organizaciones que recurren a él se asustarían sólo de pensar el dinero gastado sin llegar a destino.
¿Y por qué no dan en el clavo? Muy sencillo y demasiado evidente. Mr. Algoritmo, usted sabe dónde estoy y, por diferentes análisis, mi rango de edad y estilo de vida. A partir de ahí está haciendo inferencias sobre mis gustos y necesidades que muchas veces son auténticas piruetas circenses, pero se ha olvidado de preguntarse lo más importante: ¿Por qué?
Me hago ahora esta pregunta, tras la publicación del último libro de Byung-Chul Han. El siempre sugerente filósofo del malestar en nuestras sociedades, tan agudo y claro en sus exposiciones, nos habla en «No-cosas» de este mundo que transita de «la era de las cosas a la era de las no-cosas. Es la información, no las cosas, la que determina el mundo en que vivimos», aunque al actuar como cazadores (y presas de caza, diría yo) de información, acabemos ignorando las cosas menudas, discretas, que «nos anclan en el ser».

El gran error, añade Han, es que la eficiente infoesfera que nos vigila para ofrecernos información a medida y satisfacer nuestras necesidades, presenta unidades de brevísima actualidad, casi efímera, sin llegar a construir una historia; una narrativa coherente con nuestras vidas, que no sólo se escriben con datos sino también con pensamientos, sensaciones y emociones. Un discurso que explique no sólo que estoy en un punto geográfico de Manhattan sino por qué y otras cuestiones que me hacen humano.
Hasta que llegue esa sutileza a sus análisis, recomiendo que las organizaciones que prestan estos servicios sean conscientes de la cantidad de lanzas arrojadas fuera de la diana y destinen un porcentaje mínimo a contribuir con las grandes causas del siglo XXI: el cambio climático, los flujos migratorios o la inequidad, por decir solo algunas de las más gruesas. Podríamos llamarlo la tasa algorítmica, y quizás así no se sientan tan mal por los fallos de tiro.
¡Ah, y sobre los ofrecimientos de páginas de encuentros y citas con mujeres maravillosas del Upper West, se lo agradezco mucho, Mr. Algoritmo, pero estos días duermo acompañado de una linda mujer, de mi esposa, también de la zona alta. Del Norte de España.
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P.D. Notas escritas en Nueva York a primera hora de un día de agosto de 2018, sentado en el suelo de un diminuto pasillo, al pie de una ventana para aprovechar los rayos de luz que iban entrando en el apartamento, en silencio para no despertar a la familia ni al algoritmo. Tres años más tarde, tras leer «No-cosas», recordé estas notas y me parecieron tan actuales que podría compartirlas en el blog.
Me apunto el libro de Byung-Chul Han ;). Yo ya he salido de todas las apps de facebook. El algoritmo de contenido y publicidad también me ha cansado, o más bien, «hartado». Creo que lo próximo va a ser dar marcha atrás con »Spotify» o »Youtube», te hacen odiar las canciones o contenido que amas a base de repetirlo ad nauseam. Mr Algoritmo detectó en algún momento que te gustaba…
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Gracias Alejandro. ¡Qué alegría ver que al menos continúas por aquí!
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