Simplemente decidimos sentarnos donde había sitio. La ola de calor comenzaba a despegar y la demanda de mesas en terraza se había disparado.
Encontramos hueco en un lateral de la Plaza de El Fontán, en el casco antiguo de Oviedo. Además, nunca habíamos estado en aquel local y así podríamos conocerlo.

Apenas sentados, llegó un camarero muy amable al que tuvimos que repetir el pedido pues parecía no entendernos, aunque por la forma de comunicarse, y la mirada hacia los labios, nos permitió comprender su singularidad.
Al llegar a casa, impactado -para qué negarlo- por la experiencia, lancé este tweet sin más pretensión que la de un pensamiento en voz alta:
“Pues en una terraza de Oviedo, nos atendió un camarero sordo, leía los labios y te pedía hablar lento para diferenciar Ribera de Ribeiro. Con un trato exquisito y en todo momento sonriente, me pareció la mejor muestra de inclusión. Sin necesidad de eslóganes, me han hecho cliente”
No fue hasta el día siguiente cuando volví a entrar en Twitter y descubrir que, a pesar de tener una cuenta modesta, la historia se había hecho viral. ¡Más de 8.400 interacciones! Personas diversas preguntaban el nombre del bar y algunos medios mostraron un interés sincero por la historia para difundirla.
Preocupado al intuir que en el bar estarían ajenos a este mundo virtual, fui a contárselo y pedirles autorización para identificarlos. Estaban aún más sorprendidos que yo, pero felices por poder compartir su pequeño negocio familiar, y su historia (una historia aún más sorprendente, aunque dura, cuando se conoce con todos los matices).

Y aquí Pedro, el camarero de El Cafetín, en un lateral de la biblioteca de El Fontán, que recuerda que trabaja en turno de tarde mientras su madre me pregunta: ¿vendrá mucha gente por esto?, ¿crees que podremos atenderlos?
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P.D. Este texto ha sido publicado en LinkedIn, también con un alto impacto y, a los pocos días, la historia terminó en papel, en la edición dominical de un periódico regional con el titular: «El camarero de Oviedo que no oye pero sí escucha». Y luego llegaría un programa nocturno en una emisora nacional, y luego, luego la vida es caprichosa.