¿Qué papel es tu papel? Carta a mis alumnos (2018)

La excelencia puede ser emulada igual que la mediocridad, y la buena educación se contagia igual que la grosería. Pero eso importa tanto lo que uno hace en el ámbito de su propia vida, en la zona de irradiación directa de su comportamiento.

Antonio Muñoz Molina. Todo lo que era sólido.

 

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Vivir en sociedad es un arte, una habilidad que hemos de trabajar con espíritu artesanal comenzando por algo tan sencillo como transcender los propios intereses y recordar que el bienestar individual se inserta en una felicidad más extensa, en un bienestar social. Esta idea está relacionada con el impacto social de nuestro paso por el mundo, más relacionado con lo cualitativo que con lo cuantitativo.

Hay líderes carismáticos que impulsan movimientos de diferente alcance; desde la organización de fiestas en la facultad o la agitación del vencindario para implantar carriles bici hasta la creación de un movimiento global de defensa de derechos humanos. Pero en esta ocasión no pretendo enfocar la atención hacia el liderazgo social de alto alcance sino más bien hacia algo más próximo y doméstico, en concreto hacia la calidad de nuestras interacciones y acciones sociales.

Algunas personas buscan una transformación silenciosa en su entorno, contribuyendo al buen clima en sus trabajos, familias o círculos de colegas. Otras optan por los pequeños grupos proponiendo actividades, alegrando conversaciones o desempolvando la guitarra en momentos improvisados. También es posible trabajar en solitario con profundos sentimientos prosociales, desde la discreción y el perfil bajo pero con la elevada convicción de que un futuro sostenible está en nuestras manos.

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Ya sabéis que me gusta subrayar el impacto en el contexto próximo porque es realmente importante comenzar por nuestro pequeño mundo. Quizás sea demasiado poético pensar que el aleteo de una mariposa en Brasil pueda producir un tornado en Texas, pero de lo que no hay duda es de que la sonrisa de un vecino en el portal, al salir de casa por la mañana, podrá impulsarnos hacia la calle con otra expresión en el rostro.

Mi vecino Dani abre todas las mañanas a las seis y media su bar. Es un pequeño espacio en el centro de la ciudad, un local que le permite ser autónomo y lograr los ingresos necesarios para hacer dos o tres escapadas al año a disfrutar del kite Surf. Dani persigue este fin con una amabilidad exquisita y una sonrisa que te recibe a cualquier hora de la mañana. Un día, tras salir de una revisión médica, decidí desayunar en este bar antes de subirme al vehículo. Recuerdo perfectamente que la madre de Dani me puso ración doble de tortilla porque tenía que reponer fuerzas tras sacar sangre, mientras él asentía con la cabeza y me servía un café de desayuno con una Napolitana. Actitud contagiosa, puro efecto dominó.

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Cada persona, desde su realidad, puede influir en su entorno (¡y esto supone ser verdaderamente únicos y lograr el ansiado equilibrio entre singularidad e integración social!). Imitamos comportamientos y actitudes mediocres, incluso muchas de un gusto cuestionable, pero también emulamos aquellas conductas que consideramos ejemplares. Al igual que nos sentimos contagiados por quienes nos rodean o vemos a través de medios de comunicación e Internet –tanto para la mediocridad como para la excelencia-, otras personas también serán contagiadas por nuestro comportamiento y actitud ante la vida.

Podemos ser consideramos un referente por nuestra rebeldía, constancia, deportividad, elegancia, motivación de logro, sólida personalidad, creatividad…pero ante todo, siempre tendrá un fuerte impacto en los demás nuestra relación con los considerados tres grandes valores platónicos o las tres grandes virtudes: la búsqueda de la verdad, el bien y la belleza.

La búsqueda y el cultivo de la belleza, el respeto a la moralidad y la ética, el cumplimiento con el estudio, el trabajo o la vida en comunidad, son aspectos básicos pero de impacto social, pues como nos recuerda Gardner (creo que ya os he hablado de él y de su Teoría de las Inteligencias Múltiples), podemos aportar poderosos modelos que inviten a otras personas a actuar de una manera cada vez más responsable. Por eso nuestro comportamiento puede ser modelo para amigos, parejas, compañeros de trabajo y vida cotidiana. El ejemplo de lo ejemplar, querido Watson.

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John, Lucía, Miguel, Pilar, María, Pablo…el futuro, no hay duda, está en sus manos. Imagen: Facultad de Economía y Empresa, Universidad de Oviedo, año académico 2017-2018, 1er curso.

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Ya sabéis que citar a los clásicos siempre es importante (las viviendas desocupadas se deterioran pronto y pierden su valor, y sería terrible haber heredado una magnífica mansión para dejarla ahora abandonada); nos dejó escrito Aristóteles en “La Política” que las personas tendemos por naturaleza a la vida en comunidad, y la palabra será un medio que nos llevará a ser animales sociales pero también racionales y morales. Animales políticos. Entendiendo como tal seres que necesitamos construir y contribuir a organización de la sociedad; siempre al servicio del fin de la felicidad y el bien común. Esto implica aceptar una responsabilidad social individual, en reconocer que un pueblo puede obtener la escoba de oro si cada vecino se encarga de barrer su trozo de acera, preocupándose por la limpieza frente a su puerta y, al mismo tiempo, por la higiene de la calle y la hermosura de la localidad.

Suena a Mister Wonderful, lo sé, pero quizás la vida sea así de sencilla y, lo demás, complicaciones y telas de araña que nos gusta tejer mientras transcurre.

Y ahora es vuestro turno…¡arriba el telón!

@AntonioBlancoTW

Una noche en París
Imagen: Fundación Alimerka / Marcos Vega. Concierto «Una noche en París»
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