¿Altruistas o egoístas? Psicología del altruismo

¿Egoísmo o altruismo?

Hace unos pocos años, Gerardo decidió hacer malabares y equilibrismo para conciliar su vida familiar -viudo con dos hijos en edad escolar-, su vida profesional -directivo en la filial española de una empresa norteamericana- y su motivación de ayuda, uniéndose al movimiento Movember con un claro objetivo:

«Mejorar la salud de los hombres para evitar que mueran demasiado jóvenes y puedan tener vidas más felices. Foco principal en lucha contra el cáncer de próstata, cáncer testicular y salud mental-prevención del suicidio».

En poco más de tres años, Gerardo ha impulsado numerosas campañas de recaudación de fondos y ha sido reconocido como embajador de este movimiento global para España. Su historia, como la de tantas personas que dedican tiempo, dinero o talento para ayudar a otros, nos hace preguntarnos cómo y por qué se activa la motivación para comportarnos de forma altruista.

Muchos investigadores del área de Psicología Social han tratado de buscar explicaciones sobre la motivación prosocial y comprender mejor la personalidad de quienes ayudan. Y el debate está sobre la mesa: ¿es una personalidad egoísta o realmente altruista? Hay quienes consideran que toda ayuda se realiza como medio para obtener algún tipo de refuerzo o recompensa. En el caso de la ayuda voluntaria, las personas con alta necesidad de aprobación son más propensas a cooperar pues obtienen una cierta gratificación al recibir a cambio aprecio, elogios o reconocimiento por su labor.

Puedo intuir motivos egoístas, relacionados con un ego inflamado, en algunas personas que se autoproclaman líderes de las causas más diversas, desde los menores que sufren malnutrición hasta las barreras invisibles que segmentan la sociedad, pero resulta más difícil dudar de la generosidad de personas como Gerardo, o la de todos aquellos que legan su patrimonio o su cuerpo a favor de desconocidos. ¿Explica acaso el egoísmo el incremento progresivo de donantes de órganos en el mundo?

Se trata, como es lógico, de una cuestión muy discutida, y otros investigadores han identificado motivos puramente altruistas el comportamiento prosocial. De hecho se ha definido un modelo de personalidad altruista, caracterizado por la elevada empatía o capacidad de respuesta ante las emociones de otras personas.

Las personas más altruistas sienten un mayor desazón ante el malestar de otras personas, sean éstas conocidas o no, lo que les lleva ponerse en la piel de los más desfavorecidos y preocuparse por la forma de satisfacer sus necesidades. En 1991, un artículo publicado en Journal of Personality, recogía un complejo análisis de los datos procedentes de investigaciones sobre el auxilio en accidentes. Los resultados evidenciaron que existen diferencias de personalidad entre quienes prestan ayuda a las víctimas y aquellos que no cooperan. Los datos obtenidos mostraron que quienes auxiliaron a los heridos tenían mayor empatía que los demás, pero también una mayor confianza en la justicia, en la responsabilidad social y creían, en mayor medida, que cada persona tiene control sobre sus propias conductas y no está sometida a fuerzas del destino.

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«Nino». Alfonso Fernández, óleo sobre lienzo, 2010

¿Podría usted ayudarme?

Como toda situación de ayuda se produce en un contexto y, al menos, entre dos personas; quien presta ayuda y quien la recibe, diversas características ambientales también influirán en activar o no la motivación prosocial. Comenzado por la propia persona que solicita o necesita ayuda se ha comprobado que, si ésta nos agrada o es coherente con nuestras actitudes, podrá recibir más ayuda que si no nos atrajese. En otra investigación social, un ayudante llamó al azar a diferentes números de teléfono. El objetivo era valorar si las personas con las que contactaba de forma aleatoria estarían dispuestas a hacerle un pequeño favor: llamar a su pareja, una pareja que en ocasiones podía ser una mujer y en otras un hombre. ¿Le ayudarían igual en ambos casos?

El hombre que realizaba la llamada preguntaba unas veces por su novia Lisa y otras veces por su novio Rick. Tras responderle que estaba equivocado pues allí no vivía esta persona, el investigador le decía al oyente que había pinchado la rueda y que llegaría con retraso a la celebración de su aniversario. Ese era el motivo de la llamada: avisar a su pareja para que no se preocupase por el retraso porque, con esta llamada, había agotado sus monedas y ya no podría volver a marcar su número de teléfono. “¿Podría usted ayudarme?, ¿podría llamar usted a mi novia Lisa / a mi novio Rick para decirle lo ocurrido?” Ante esta petición, realizada a los receptores anóminos de la llamada, los resultados fueron contundentes.

Cuando el ayudante de la investigación decía llamar a su novia y por tanto era identificado como heterosexual la mayoría de las personas prestaron su ayuda, en concreto el 90 % de los hombres y el 70 % de las mujeres que descolgaron el teléfono. Pero cuando quien llamaba preguntaba por su novio solamente un 30 % de hombres y un 35 % de mujeres que estaban al otro lado de la línea decidieron colaborar.

Estudios similares han permitido comprobar que, además del agrado y coherencia actitudinal que podamos tener con quien necesita ayuda, la similitud que tengamos con ella también es importante. Resulta difícil ponerse en el lugar de una víctima de un país lejano o de un barrio de extracto social opuesto al nuestro. Sin embargo, cuando algo ocurre en nuestro edificio, en el barrio o en la oficina, la empatía y comprensión de la víctima surge al comprender que sufre por algo que también podría habernos ocurrido a nosotros. Podemos pensar en el dolor de las familias que han perdido a sus seres queridos en un accidente de avión a cinco mil kilómetros de distancia, pero posiblemente nos impactará más y nos costará aceptar que han fallecido las personas que embarcaron en un avión justo antes que nosotros. Y si nos dicen que fue por un error o por un fallo mecánico temblaremos y mostraremos mayor solidaridad con los familiares y afectados pues, minutos después, podría habernos ocurrido a nosotros. En ambos casos podrían estar implicados procesos cerebrales diferentes.

Cuando optamos por no ayudar en una situación lejana, la decisión estará relativamente libre de implicaciones éticas. Sin embargo, si no auxiliamos a quien lo necesita a pocos metros de nosotros, en nuestro cerebro se activan códigos emocionales y morales. En estas situaciones la amígdala nos sacude emocionalmente y activa nuestra conducta al mismo tiempo que la corteza prefrontal elabora con rapidez juicios morales y toma decisiones inmediatas para no demorar nuestra ayuda. En los otros casos, cuando la situación es lejana y las personas implicadas desconocidas, no se genera esta “sacudida” emocional tan intensa y la valoración de ayuda se somete a razonamientos y juicios más elaborados en la corteza prefrontal, llegando a considerar en ocasiones que el hecho de ayudar se trata más de una cuestión de toma de decisiones que de moralidad.

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«Shipwreck». Jesús Herrera Martínez. óleo sobre lienzo, 2013.

Altruismo eficiente

El filósofo Peter Singer defiende sin embargo la fusión de la razón y la moral en toda conducta altruista. En este sentido poco debería importar si el objeto de la ayuda está próximo o lejano a nuestra realidad, pues lo verdaderamente importante debería ser la eficacia de la misma.

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En su charla TED titulada “El porqué y el cómo del altruismo eficaz”, el filósofo moral nos recuerda que millones de niños menores de cinco años fallecen anualmente de enfermedades prevenibles, relacionadas con la pobreza. Al decidir si debemos o queremos contribuir a reducir la mortandad infantil en países en desarrollo, el hecho de que no estén frente a nosotros, el hecho de que sean de otra nacionalidad, raza o cultura no es moralmente relevante, pues todas las vidas tendrían el mismo valor. Lo realmente importante es descubrir si podemos reducir esa tasa de mortalidad –cada uno desde su lugar en el mundo- y de qué modo. Y eso supone la fusión de la cabeza y el corazón; es un ejercicio de emoción y empatía con el género humano pero también de razón, de análisis de nuestra capacidad para vivir una vida ética y contribuir a construir un lugar mejor que el nos hemos encontrado.

Si aceptamos una interpretación del altruismo como una motivación a actuar a favor de otros, activada por la emoción pero también por la razón, hemos de superar toda visión caritativa para educar una mirada «eficiente» de la ayuda. Este concepto, defendido por el filósofo Peter Singer, uno de los grandes “popes” de la ética contemporánea, es tanto una idea como un movimiento social. La idea es que uno de los objetivos de la vida en sociedad debería ser hacer el bien a otras personas, y el movimiento social busca que las personas integremos el concepto de “eficacia” en la motivación de ayuda, lo que supone preguntarse cómo podemos hacer el mayor bien posible.

Ante esta realidad sólo cabe tomar una decisión: ser o no ser. Ser observadores o seguidores de las conductas de ayuda de otras personas o asumir nuestra capacidad de ayuda efectiva.

Decálogo para el altruismo

  1. No se trata de dar por dar a cualquier entidad que solicite nuestra ayuda, ni de dedicar unas horas de tiempo para satisfacer la necesidad de voluntariado, sino de valorar las causas en las que deseamos implicarnos -por su coherencia con nuestras inquietudes y estilo de vida-.
  2. Aunque el ámbito social suele captar la mayor atención, no está de más subrayar que la motivación prosocial también puede orientarse a otras causas como la educación, la ciencia, el deporte, la cultura y el arte o, por supuesto, la sostenibilidad de nuestro mundo.
  3. Desde una perspectiva de altruismo eficaz, es necesario reconocer, aunque nos resulte áspero, que al igual que no todos los productos ni servicios en el mercado tienen la misma calidad, no todas las organizaciones sin ánimo de lucro ni todas las propuestas de ayuda tienen el mismo rigor, ni logran el mismo impacto en la sociedad.
  4. En este sentido, un impacto elevado sobre 10 podría ser mayor que un impacto ligero sobre 100, porque en términos de impacto social los elementos cualitativos deberían tener más valor que los meramente cuantitativos.
  5. Podemos aportar ayuda económica, pero también tiempo o talento. En el caso de apoyar cobra todo el sentido la idea de que no todo es cuestión de dinero. Pensemos por ejemplo en los voluntarios que dedican sus fines de semana al acompañamiento de jóvenes con inteligencia límite, a limpieza de las playas o a las visitas guiadas a museos.
  6. También mediante la palabra se ejerce el cambio. En una conferencia o en una jornada, en una reunión de amigos o en una sesión vermú, al poner sobre la mesa un tema que merece atención –y hacerlo sin añadir hierro al asunto, con espíritu pedagógico- también estaremos ejerciendo nuestro particular liderazgo social.
  7. Macro o micro. La colaboración con las organizaciones que construyen relatos para la transformación social, cultural o ambiental y con capacidad de intermediación política vs el apoyo a las entidades que operan en terreno con las personas. Poco importa esta dualidad, pues tan necesaria es una mirada como la otra, siendo lo verdaderamente importante saber en cuál de las dos perspectivas podemos aportar más por nuestras competencias e inquietudes.
  8. El futuro, la globalidad. El mismo debate se presenta ante la dualidad de colaborar con los entornos lejanos cuando en los más próximos también se manifiestan necesidades. Moralmente, al hablar de altruismo y cooperar en la construcción de una sociedad mejor, tan relevante es la mirada próxima como la lejana.
  9. La relación con la satisfacción vital. El altruismo contribuye a la satisfacción con nuestra vida cotidiana, pues se relaciona con la autoestima y contribuye a sentir que nuestra vida tiene mayor significado. En este ámbito, se considera que la conducta prosocial es una de las variables relacionadas con la calidad de vida.
  10. Por último, siempre podemos recordar que toda conducta de ayuda podrá tener un efecto de contagio. Los datos parecen verificar que, cuando una cesta está llena de donativos, las personas se implican más que cuando está vacía, y es que los factores de la situación influyen de forma determinante en la motivación prosocial. Pura ejemplaridad pública.

 


Nota: Adaptación y actualización del libro Blanco Prieto, A. (2014). Las claves de la motivación. Barcelona: Ediciones B.

La motivación prosocial es uno de los temas clásicos de la Psicología Social. Sin embargo no resulta sencillo encontrar libros sobre el tema, aunque sí capítulos específicos en los manuales generales de Psicología Social. Entre estos manuales destaca, por su capacidad para combinar rigor académico con estilo divulgativo, el texto de Elliot Aronson titulado El animal social (Madrid: Alianza, 2000, 8ª ed.)

Como se ha visto, existen diferentes estudios experimentales sobre la tendencia de las personas a colaborar con desconocidos. Concretamente, en este capítulo se han citado los estudios de Bierhoff, H.W., Klein, R. y Kramp, P., publicados en 1991 bajo el título  « Evidence for the altruistic personality from data on accident research” (Journal of Personality, 59, 263-280). Los estudios sobre la influencia de la orientación sexual en la conducta prosocial han sido publicados en 1994 por el equipo de Shaw, J.I., Borough, H.W. y Fink, M.I. con el título “Perceived sexual orientation and helping behavior by males and females: The wrong number technique” (Journal of Psychology and Human Sexuality, 6, 73-81).

8 Comentarios

  1. Como siempre El Mirador nos propone, con buen estilo literario y un incontestable número de referencias, otro tema que nos hace reflexionar, e incluso nos invita a mirarnos a nosotros mismos.
    Además de todas las razones expuestas estoy seguro que el altruismo y/o la solidaridad es en la actualidad un valor en baja, y que tenemos la necesidad cívica y la obligación ética de recuperar, pues si no es así nuestra civilización y puede que nuestro planeta corren serio peligro.
    A la bibliografía citada, para la reflexión, añado «La barca sin pescador», obra teatral del universal asturiano Alejandro Casona, y al respecto del altruismo eficaz, «Factfulness», de Hans Rosling.
    Por último, mi admiración y respecto a la joven sueca Greta Thunberg, cuya madurez, valentía y perseverancia me admiran a la par que me avergüenza, por no ser los adultos capaces de conseguir lo que esta aparentemente frágil joven está iniciando.

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    1. Muchas gracias Libreoyente, sin duda, el trabajo de Hans Rosling -que ha quedado bien reflejado en el libro «Factfulness»- y todas sus enseñanzas, compartidas a través de sus vídeos, son otro gran tipo y ejemplo de filantropía. Es muy generoso divulgar con el rigor que lo hacía Rosling y compartirlo para mejorar nuestro conocimiento del mundo.

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